LOS SECRETOS DE CRISTÓBAL COLÓN: LO QUE REVELAN SUS DIARIOS Y CARTAS
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Isabel I de Inglaterra (1533-1603) es una de las figuras más icónicas y contradictorias de la historia. Su reinado, conocido como la Era Isabelina, marcó el ascenso de Inglaterra como potencia global, pero su vida estuvo plagada de intrigas, peligros y una cuidadosa construcción de su propia leyenda.
¿Cómo pasó de ser una princesa bastarda repudiada por su padre, Enrique VIII, a convertirse en la "Reina Virgen" y, finalmente, en la temida "Reina Pirata" que desafió al Imperio español? Este artículo desentraña la realidad tras el mito, explorando su infancia traumática, su astucia política, su negativa al matrimonio y su papel en la transformación de Inglaterra en una potencia marítima.
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1. De Princesa a Bastarda: Los Años de Inseguridad
Isabel nació el 7 de septiembre de 1533, hija de Enrique VIII y Ana Bolena. Su nacimiento fue una decepción para el rey, quien esperaba un heredero varón. Tres años después, su madre fue ejecutada bajo falsas acusaciones de adulterio y traición, e Isabel fue declarada ilegítima y apartada de la corte..
Durante su juventud, Isabel vivió bajo la sombra de la desgracia. Su medio hermana, María I (hija de Catalina de Aragón), la veía como una amenaza. Cuando María ascendió al trono en 1553 e intentó restaurar el catolicismo, Isabel fue encarcelada en la Torre de Londres bajo sospecha de conspiración protestante.
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En 1558, tras la muerte de María I, Isabel fue coronada reina. Heredó un reino dividido por guerras religiosas, al borde de la bancarrota y amenazado por potencias como España y Francia. Su primera decisión clave fue establecer el Anglicanismo como religión oficial, pero con una política de tolerancia relativa para evitar persecuciones masivas.
Isabel rechazó múltiples propuestas de matrimonio, incluyendo la de Felipe II de España, viudo de su hermana María. Declaró: "Estoy casada con Inglaterra", cultivando la imagen de la "Reina Virgen". Esta decisión no fue solo personal, sino política:
Evitó someterse a un marido que pudiera controlarla.
Mantuvo a los pretendientes (como el conde de Leicester) en un juego de seducción sin compromiso.
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Isabel apoyó en secreto a corsarios como Francis Drake y Walter Raleigh, quienes saqueaban barcos españoles cargados de oro americano. Estos ataques, aunque negados oficialmente, financiaron la corona y debilitaron a España.
Felipe II, harto de los ataques piratas y la herejía protestante, envió la Gran Armada para invadir Inglaterra. Contra todo pronóstico, una combinación de tormentas, errores tácticos españoles y la estrategia naval inglesa llevó al desastre. Isabel aprovechó la victoria para consolidar su imagen de "Defensora de la Fe Protestante".
Isabel controló rigurosamente su imagen. En sus retratos, aparecía con:
Perlas: Símbolo de pureza.
Globos terráqueos: Representando su ambición imperial.
Rostro pálido y vestidos extravagantes: Ocultando su envejecimiento.
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Bajo su reinado, florecieron dramaturgos como Shakespeare, cuyas obras (como "Ricardo III") reforzaban la narrativa de una Inglaterra unida bajo su mandato.
En sus últimos años, Isabel se volvió paranoica. Ejecutó a su favorito, el conde de Essex, por rebelión, y su corte se llenó de intrigas. Murió en 1603, sin herederos, dejando el trono a su primo Jacobo I de Escocia .
Convirtió a Inglaterra en una potencia naval.
Sentó las bases del Imperio Británico.
Su reinado fue un punto culminante del Renacimiento inglés.
Isabel I fue una maestra de la propaganda política, transformando sus debilidades (su ilegitimidad, su género) en fortalezas. Su leyenda como "Reina Virgen" y "Gloriana" ocultó a una gobernante despiadada y calculadora, dispuesta a usar la piratería y la guerra para asegurar su poder.
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