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"PATENTE DE CORSO": EL PERMISO PARA ATACAR EN NOMBRE DE UNA NACIÓN
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La patente de corso era un documento que otorgaba una autoridad política (un rey, un príncipe, una república, etc.) a un capitán o propietario de un barco para que pudiera atacar a los barcos y las poblaciones de las naciones enemigas, sin ser considerado un pirata.
La patente de corso era una forma de guerra naval no oficial, que permitía a las naciones ampliar su poder y sus recursos sin tener que invertir en una armada propia. La patente de corso también era una forma de vida para muchos marineros y aventureros, que buscaban fama y fortuna en los mares.
El origen
El origen de la patente de corso se remonta a la Edad Media, cuando las ciudades-estado italianas, como Venecia, Génova o Pisa, se disputaban el control del comercio marítimo en el Mediterráneo. Estas ciudades expedían patentes de corso a sus ciudadanos o a sus aliados para que pudieran hostigar y saquear a sus rivales. El término “corso” proviene del latín “cursus”, que significa “carrera” o “expedición”. La palabra “corsario” se usa para designar al que posee una patente de corso.
La patente de corso se extendió por toda Europa y por otras partes del mundo, especialmente durante los siglos XVI al XIX, cuando las potencias coloniales se enfrentaban por el dominio de los océanos. España, Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda y otras naciones expedían patentes de corso a sus súbditos o a sus aliados para que atacaran a los barcos y las colonias de sus enemigos. La patente de corso era una forma de debilitar al adversario y de obtener beneficios económicos sin tener que declarar la guerra abiertamente.
La patente de corso tenía unas condiciones y unos límites que debían respetarse. El poseedor de una patente de corso debía:
Actuar solo contra las naciones enemigas o neutrales que comerciaran con ellas.
Respetar las leyes y los tratados internacionales sobre la guerra y el comercio.
Pagar una parte del botín obtenido a la autoridad que le había expedido la patente.
No atacar a los barcos o las poblaciones amigas o aliadas.
No cometer actos de crueldad o barbarie contra los prisioneros o los civiles.
No colaborar con los piratas o los enemigos.
Amaro Pargo, corsario español
El incumplimiento de estas condiciones podía suponer la pérdida de la patente, el castigo legal o el repudio diplomático. El poseedor de una patente de corso debía demostrar su legitimidad ante cualquier autoridad que se lo pidiera, mostrando el documento original o una copia autenticada. Si no lo hacía, podía ser tratado como un pirata y ser condenado a muerte.
La diferencia entre un corsario y un pirata era, pues, legal y política. Un corsario era un agente autorizado por una nación para atacar a sus enemigos. Un pirata era un criminal que atacaba a cualquier barco sin distinción. Sin embargo, esta diferencia no siempre estaba clara ni era respetada. Muchos corsarios actuaban como piratas cuando no había testigos o cuando les convenía. Muchos piratas se hacían pasar por corsarios cuando eran capturados o cuando querían negociar. Muchos barcos llevaban varias patentes de diferentes naciones para poder cambiar de bando según las circunstancias.
La patente de corso fue una práctica muy común y muy controvertida durante siglos. Algunos la defendían como una forma legítima y eficaz de defender los intereses nacionales y fomentar el comercio y la navegación. Otros la criticaban como una forma ilegítima e inmoral de hacer la guerra y provocar el caos y la violencia en los mares. La patente de corso tuvo partidarios y detractores tanto entre los gobernantes como entre los gobernados.
Francis Drake, corsario inglés
La patente de corso fue abolida en 1856 por el Tratado de París, que puso fin a la guerra de Crimea. Este tratado fue firmado por las principales potencias europeas, que se comprometieron a no expedir más patentes de corso ni a reconocer las expedidas por otras naciones. Sin embargo, algunas naciones no firmaron el tratado o no lo respetaron. Por ejemplo, Estados Unidos siguió usando patentes de corso durante la guerra civil americana (1861-1865) y durante la guerra hispano-estadounidense (1898). También hubo casos de patentes de corso expedidas por naciones emergentes o rebeldes, como las repúblicas sudamericanas durante sus guerras de independencia.
Corsarios y piratas famosos
Algunos corsarios o piratas famosos que tuvieron una patente de corso fueron:
Francis Drake: El más célebre corsario inglés, que atacó a los barcos y las colonias españolas en América y en Europa. Fue el primer inglés en dar la vuelta al mundo y el segundo en la historia. Fue nombrado caballero por la reina Isabel I y participó en la derrota de la Armada Invencible en 1588.
Jean Bart: El más famoso corsario francés, que atacó a los barcos y las poblaciones holandesas e inglesas en el mar del Norte y en el canal de la Mancha. Fue un héroe nacional para Francia y un terror para sus enemigos. Fue nombrado almirante por el rey Luis XIV y participó en varias guerras contra Holanda e Inglaterra.
Henry Morgan: El más temido corsario galés, que atacó a los barcos y las ciudades españolas en el Caribe y en Centroamérica. Fue el líder de los llamados Hermanos de la Costa, una asociación de corsarios y piratas que operaban desde la isla de Tortuga. Fue nombrado gobernador de Jamaica por el rey Carlos II y participó en la defensa de la isla contra los ataques españoles.
Barbanegra: El más legendario pirata inglés, que atacó a los barcos y las poblaciones de las colonias inglesas, francesas y españolas en el Atlántico y en el Caribe. Fue el capitán del barco Queen Anne’s Revenge, que tenía 40 cañones y una tripulación de unos 300 hombres. Fue conocido por su aspecto feroz y por sus actos de crueldad. Fue muerto en combate por una expedición naval británica en 1718.
La patente de corso fue, pues, un fenómeno histórico que refleja la evolución de las relaciones internacionales y del derecho marítimo. La patente de corso fue también una aventura humana que refleja la ambición, el valor, la codicia y el ingenio de muchos hombres que surcaron los mares en busca de gloria y riqueza.
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