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MEGALODÓN: EL TIBURÓN GIGANTE QUE REINÓ EN LOS OCÉANOS PREHISTÓRICOS

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El  megalodón  ( Otodus megalodon ), cuyo nombre significa "diente gigante", es uno de los depredadores más fascinantes y temibles que jamás haya existido. Este tiburón prehistórico, que vivió hace entre  23 y 3.6 millones de años , durante las épocas del  Mioceno  y el  Plioceno , ha capturado la imaginación de científicos, cineastas y entusiastas de la paleontología por igual. Con un tamaño que superaba al de un autobús y una mandíbula capaz de triturar ballenas, el megalodón fue el rey indiscutible de los océanos.  El tamaño y la apariencia del megalodón El megalodón es conocido principalmente por sus enormes dientes, que podían alcanzar los  18 centímetros de longitud . Estos dientes, junto con los restos fósiles de vértebras, han permitido a los científicos estimar su tamaño. Se cree que el megalodón medía entre  15 y 18 metros de largo , aunque algunos estudios sugieren que podía alcanzar los  20 metros . Para ponerlo en perspectiv...

FEDERICO DE MADRAZO Y SUS RETRATOS FEMENINOS: UN DERROCHE ROMÁNTICO DE COLECCIÓN

Federico de Madrazo es, por definición, el retratista del romanticismo del siglo XIX español.

No solo fue el pintor de cámara de la reina Isabel II, sino el imprescindible pintor de la aristocracia, la burguesía y los personajes de la cultura de su tiempo.

Autorretrato de Federico de Madrazo
De cuna y oficio
A Madrazo (1815-1894) su afición por la pintura no le vino por casualidad. Era hijo de pintor (su padre José lo era), nieto (su abuelo era el pintor polaco Tadeusz Kuntz), hermano (varios de sus hermanos fueron pintores), padre (su hijo fue el pintor Raimando Madrazo) y abuelo (su nieto fue Mariano Fortuny y Madrazo).



A los dieciséis años apuntaba maneras, de tal forma que a los diecinueve ingresaría en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando donde fue becado para estudiar en París, trasladándose posteriormente a Roma, ciudades donde recibiría la influencia de los grandes movimientos artísticos del momentos y donde aprendió las técnicas del retrato romántico y academicista, estilo que le acompañaría toda su vida.

Isabel II, Museo del Romanticismo
A su regreso a España, se consagra como pintor de retratos gracias a la gran maestría y calidad técnica que adquirió, lo que le procuró prestigio y reconocimiento por su extraordinaria capacidad para captar e idealizar al modelo, lo que le supuso ser muy demandado como pintor.
Por su estudio pasó lo más granado de la sociedad española decimonónica, representando desde personajes de la nobleza a la burguesía urbana, llegando a realizar los retratos de los personajes más importantes de su época.
En sus obras, además del obligado parecido, las calidades de las telas y los adornos con que deseaban inmortalizarse los personajes, el autor deja reflejada la psicológica del retratado.
La iluminación suave, que hacía destacar las cualidades del rostro y manos del retratado, sería otra característica de su obra, mostrando con ello un dominio técnico que acompañó siempre a Madrazo. 

Gertrudis Gómez de Avellaneda. Museo Lázaro Galdiano
 
El retrato

Sus retratos, y en especial los femeninos, están resueltos en los valores decorativos de adornos y joyas dotando a sus modelos una elegancia distante que, junto a sus excepcionales dotes técnicas, la pureza de líneas y la delicadeza de su factura, fueron la clave del éxito de Federico Madrazo.

En sus obras resalta especialmente las facciones de los retratados, con sutiles gestos y ademanes, así como la riqueza de detalles tanto en los objetos como en el traje y adornos que viste. 

El modelo de retrato en el que la figura se muestra de pie y de cuerpo entero es uno de los más característicos del pintor. En cuanto a la composición, Madrazo utiliza con sabiduría recursos habituales en sus retratos, como la iluminación parcial y la posición de la figura en tres cuartos, que confieren a la misma una mayor esbeltez y prestancia.
Amalia de Lano y Dotres, condesa de Vilches. Museo del Prado
Sus modelos femeninos
Hubo muchos hombres notables cuyas figuras quedaron inmortalizadas por el pincel del artista, pero fueron tal vez las mujeres las que quedaron plasmadas de forma excepcional por el pintor. Tanto es así, que son los cuadros de estas mujeres los más afamados a través de los años, debido tal vez al preciosismo de sus detalles.
Pero tal vez por su señorial elegancia,  uno de los retratos femeninos de Federico de Madrazo más elogiados, así como de toda la pintura española del siglo XIX, es el de  Gertrudis Gómez de Avellaneda.  Entre la fecundísima producción retratística, en esta ocasión, como en pocas, el artistas consigue un equilibrio perfecto entre la utilización de las pautas más características de sus retratos de damas burguesas y la extraordinaria riqueza plástica de su ejecución, todo ello puesto al servicio del rotundo acierto del pintor en la captación expresiva de la personalidad de la escritora y en el tratamiento de la indumentaria de la modelo.

Carolina Coronado. Museo del Prado
Realizaría este retrato con un marcado aire francés, con una coqueta pose de la modelo que consigue transmitir una sensualidad bien ajena a la tradición española, lo que sirve al artista para conceder a la obra un grácil movimiento. La iluminación empleada por Madrazo hace destacar la blancura de las facciones femeninas destaquen contra la acusada oscuridad del fondo. La sutileza de ciertos gestos de la modelo, como la delicadeza con que sostiene el abanico, el contacto casi imperceptible de sus dedos con el óvalo facial o la dulcísima sonrisa, replicada por su seductora mirada, suponen el culmen de los aciertos de este retrato.Otra obra cumbre de la retratística romántica española y posiblemente el más atractivo de los retratos femeninos de su autor, es , sin duda, el de.Amalia de Llano y Dotres, duquesa de Vilches, donde Madrazo alcanza una conjunción perfecta de todos los recursos plásticos y alcanzando en esta ocasión su refinamiento más esmerado.

Algunos expuestos y otros no, todas estas obras de Madrazo pueden ser apreciadas en distintos museos como el del Prado, el del Romanticismo o Lázaro Galdiano, entre otros.Son muchos los retratos femeninos de Madrazo dignos de ser destacados, pero quizá también cabe mencionar el que le hizo a la escritora extremaña Carolina Coronado. Ya enferma, la retrataría Federico de Madrazo alrededor de 1855 de busto corto en uno de los más bellos testimonios de la retratística psicológica del pintor. En su rostro, conseguiría plasmar el profundo sentimiento de la modelo (que acababa de perder a su hijo) de forma sublime, aunando un rictus de melancolía con una ensoñadora mirada sobre un fondo con sugerentes formas que evocan paisajes de corte romántico.

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