Los huevos de Fabergé son unos objetos decorativos en forma de huevo, elaborados con metales y piedras preciosas, que fueron creados por el joyero Peter Carl Fabergé y sus artesanos para los zares de Rusia y otros clientes distinguidos entre 1885 y 1917. Estos huevos se consideran obras maestras de la orfebrería, por su belleza, su complejidad y su originalidad. Además, son testimonios de una época histórica marcada por el esplendor y el ocaso de la dinastía Romanov, la última familia imperial rusa. El origen de los huevos de Fabergé La tradición de regalar huevos decorados en Pascua es muy antigua y tiene un significado simbólico de vida, renacimiento y esperanza. En la Iglesia ortodoxa rusa, la Pascua es la fiesta más importante del año y se celebra con tres besos y el intercambio de huevos pintados o esmaltados. La idea de crear huevos de Pascua con materiales preciosos se le ocurrió al zar Alejandro III, quien en 1885 encargó al joyero Peter Carl Fabergé un huevo especial para su
Marie-Guillemine realizó la primera pintura de la historia en contra del racismo y a favor de la emancipación de la mujer. La pintora francesa se adelantó a su tiempo consiguiendo romper las rígidas normas que condicionaban y relegaban a la mujer a realizar sólo un tipo determinado de pintura. Retrato de una mujer negra Vieja moral y convencionalismo Que una mujer se dedicara a la pintura profesionalmente en el siglo XVIII no era normal, pero tampoco nada fácil para la que así lo decidía. Sin embargo, sí las hubo. Eran una rareza y normalmente pertenecientes a la burguersía o a la aristocracia. En los últimos años del siglo XVIII y principios del XIX coincidieron en Francia un pequeño grupo de mujeres artistas entre las que destacaron Margerite Gérard, Angélique Monjes, Anne Vallayer-Coster, Élisabeth Vigée-Lebrún y Marie-Guillemine Benoist. Todas ellas consiguieron superar la severa moral de la época y hacer realidad lo que más les gustaba, pintar. No o