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RUTAS SECRETAS: LOS IMPERIOS FORJADOS POR EL COMERCIO ANTIGUO

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En el año 106 a. C., una caravana de miles de camellos, cargados con un botín cuyo valor superaba el de todo el tesoro de varias naciones, entraba en Roma. No era el botín de una guerra convencional, sino el fruto de una campaña meticulosa: el cónsul romano Aulo Gabinio había logrado, por fin, romper el monopolio de la  Ruta del Incienso . Durante siglos, tribus árabes como los nabateos habían tejido una red de comercio tan hermética y secreta que los propios romanos, obsesionados con el incienso y la mirra para sus rituales, creían que estas resinas crecían en jardines legendarios custodiados por serpientes aladas. La realidad era más prosaica y, a la vez, más profunda: el control de una ruta comercial no era solo una cuestión económica; era el arma definitiva para forjar y sostener un imperio. La narrativa histórica tradicional nos presenta estas rutas —la de la Seda, la del Incienso, las del Ámbar— como meros corredores de intercambio pacífico, donde mercancías exóticas fluían e...

CHRISTINE DE PIZAN: LA PRIMERA ESCRITORA PROFESIONAL DE LA HISTORIA

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Consiguió crear un equilibrio entre lo que se esperaba de ella en el siglo XIV, estar casada y tener hijos, y ganarse la vida escribiendo como filósofa, poeta y humanista. Su obra más representativa, La ciudad de las damas, es un alegato a favor de los derechos de la mujer en aquel mundo medieval. Christine de Pizan con su hijo Un aprendizaje de lujo Christine de Pizan nació en Venecia en 1364. Era hija de Tomasso de Pizan, un médico, físico, astrólogo, canciller en la corte de la república de Venecia y profesor en el Universidad de Bolonia. Cuando Christine contaba cuatro años de edad su padre aceptó trasladarse a la corte de Carlos V de Francia como asesor del monarca, astrólogo real, alquimista y físico. Allí, la niña recibiría una esmerada educación autodidacta auspiciada por su progenitor y el entorno de la Corte, que albergaba gran número de manuscritos y donde Christine no sólo consiguió leer a los clásicos, sino a los humanistas tempranos del renacimient...