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RUTAS SECRETAS: LOS IMPERIOS FORJADOS POR EL COMERCIO ANTIGUO

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En el año 106 a. C., una caravana de miles de camellos, cargados con un botín cuyo valor superaba el de todo el tesoro de varias naciones, entraba en Roma. No era el botín de una guerra convencional, sino el fruto de una campaña meticulosa: el cónsul romano Aulo Gabinio había logrado, por fin, romper el monopolio de la  Ruta del Incienso . Durante siglos, tribus árabes como los nabateos habían tejido una red de comercio tan hermética y secreta que los propios romanos, obsesionados con el incienso y la mirra para sus rituales, creían que estas resinas crecían en jardines legendarios custodiados por serpientes aladas. La realidad era más prosaica y, a la vez, más profunda: el control de una ruta comercial no era solo una cuestión económica; era el arma definitiva para forjar y sostener un imperio. La narrativa histórica tradicional nos presenta estas rutas —la de la Seda, la del Incienso, las del Ámbar— como meros corredores de intercambio pacífico, donde mercancías exóticas fluían e...

GUERRA DE LAS PORCELANAS: LA BATALLA OCULTA DE LA INVASIÓN NAPOLEÓNICA EN ESPAÑA

Desde que en Europa occidental se tuvo noticia de la existencia de la porcelana de oriente y sus delicadas formas en la Edad Moderna, siempre estuvo interesada en imitarla.

A partir de entonces se inicia una carrera frenética por conocer el secreto de la composición de estas piezas e iniciar una producción propia.


Palacio de Aranjuez
En busca del arte secreto

Serán Florencia y Venecia en el siglo XVI quienes inicien el camino de la fundación de fábricas para la elaboración de porcelanas. Les seguirán en el XVII y XVIII Delft, Proven y Moustiers. Después vendrían Vincennes y Sèvres que serían las que más se aproximarían a los productos orientales con las denominadas porcelanas tiernas o blandas (producto intermedio entre la loza y la porcelana auténtica).






Sin embargo, existía un problema importante: no se había descubierto el elemento principal que otorga consistencia a las piezas: el caolín. 

En 1760 Carlos III funda en España la Real Fábrica del Buen Retiro en Madrid, como prolongación de la napolitana de Capodimonte (él había sido rey de Nápoles). De Nápoles se trajo el monarca artesanos especializados, y tres cargamentos con el instrumental necesario y la pasta especial para producir porcelana, de forma que los primeros años del Retiro constituyen una clara continuación del estilo italiano.

Casita del Príncipe
La Real Fábrica estuvo asentada en el Parque del Buen Retiro, cerca del Real Palacio, en el sitio en el que hoy día se encuentra el Ángel Caído. La manufactura recibió popularmente el nombre de La China, por la semejanza de sus productos con los del Lejano Oriente.

Cénit de la Real Fábrica

Durante casi cincuenta años la fábrica madrileña produjo objetos decorativos no sólo para los salones de la realeza sino también para la aristocracia tanto española como europea. 

Su calidad era internacionalmente reconocida, y sus técnicas de fabricación se mantenían como un secreto de estado, consiguiendo objetos de gran calidad que rivalizaban incluso con la porcelana inglesa y la francesa de Sévres. 

Su éxito comercial fue tan grande que entre 1804 y 1808, bajo la dirección del maestro Bartolomé Sureda, formado en la escuela de Sèvres, sus ventas se dispararon.

Palacio Real de Madrid
El destino de muchas de las piezas fabricadas en los talleres del Buen Retiro fue la decoración del Palacio Real de Madrid (una de sus salas muestra las paredes recubierta por este material procedente de la fabrica madrileña) y los Reales Siitos como el Palacio de Aranjuez (quizá la obra cumbre de esta escuela diseñada y realizada por el equipo de Giuseppe Gricci), así como la Casita del Príncipe de El Escorial (tiene una sala totalmente decorada con esta porcelana al estilo rococó), lugares donde se siguen conservando buenas colecciones.

¿Una destrucción premeditada?

Aunque en un principio se señaló a los franceses como los causantes de la desaparición de la Fábrica del Buen Retiro durante el transcurso de la Guerra de Independencia, movidos por la calidad de los productos de esta que estaba empezando a hacer daño a la fábrica francesa de Sèvres, en realidad fueron las tropas británicas, comandadas por Wellington, las que acabaron con ella puesto que su país tenía intereses industriales incluso mayores que los franceses.

Jarrones
Las tropas francesas se habían instalado en los jardines del Buen Retiro (1808) y después de saquear la fábrica la convirtieron en un cuartel militar con tres líneas de defensa. Este, fue el pretexto que emplearon las tropas aliadas británicas para destruir la manufactura real en 1812, tanto las instalaciones como el archivo. En estos años, Madrid comenzaba a competir seriamente con Londres como mercado artístico de la porcelana.

Tras la acometida inglesa en la batalla del Retiro (agosto 1812), el coronel Lefond capituló y se rindió. Lo que quedaba en pie fue destruido por órdenes del general Hill como parte de los preparativos de evacuación, incluyendo la voladura de la fábrica y sus almacenes, sin que las autoridades españolas hicieran nada al respecto para impedirlo.

Hoy día, además de en España, se cree que hay repartidas por el mundo unas 1.454 piezas salidas de los talleres de la Real Fábrica del Buen Retiro, principalmente en Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia.

Centro de flores

Esta manufactura tendrá su continuación, en 1818, en la Real Fábrica de la Moncloa, fundada por Fernando VII. Sin embargo, los grandes gastos que supuso la puesta en marcha de la fábrica y el desinterés del público, hicieron que la fábrica cerrase de manera definitiva a finales del siglo XIX.

No obstante, muchos expertos abogan por recuperar esta tradición artística y que sería perfectamente factible como lo ha sido en los casos de Sèvres y Messen, por ejemplo, que siguen funcionando rentablemente. 










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