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SÁHARA OCCIDENTAL: UN TERRITORIO EN DISPUTA CON GRANDES RECURSOS NATURALES

  El Sáhara Occidental es un territorio situado en el noroeste de África, que limita con Marruecos, Argelia, Mauritania y el océano Atlántico. El Sáhara Occidental tiene una superficie de unos 266.000 km² y una población estimada de unos 600.000 habitantes, la mayoría de ellos de origen bereber y árabe, y de religión musulmana.  El Sáhara Occidental es también un territorio en disputa, que enfrenta las reivindicaciones de Marruecos, que lo considera parte de su soberanía, y del Frente Polisario, que lo considera una nación independiente. A través de la historia El Sáhara Occidental tiene una historia compleja y turbulenta, que se puede resumir de la siguiente manera: Antes del siglo XIX, el Sáhara Occidental era una zona poco poblada y poco explorada, que estaba habitada por tribus nómadas que se dedicaban al pastoreo, al comercio y a las incursiones. El Sáhara Occidental no formaba parte de ningún Estado, sino que estaba bajo la influencia de los imperios marroquí, otomano y saadí, qu

MARIE CURIE Y SUS HIJAS: TRES APASIONANTES VIDAS

Marie Curie no sólo fue la primera persona y única mujer en conquistar dos premios Nobel en dos disciplinas diferentes, también fue madre con una relación muy estrecha con sus hijas.

Irene y Eve, las hijas de Marie, tenían un carácter muy diferente. La mayor siguió sus pasos, y ganó otro Nobel en 1935, la menor fue una aclamada escritora y activista por los derechos humanos.

La joven Marie Curie
Marie

En 1894 Marie Sklodowska era una joven polaca de 27 años que llegó a París para estudiar lo que era su pasión, física, química y matemáticas. Buscando un laboratorio donde poder hacer sus experimentos, conoció a Pierre Curie, que en ese momento tenía 35 años, pero que la impresionó con “la expresión abierta de su rostro” así como   “su hablar lento y deliberado, su sencillez y su sonrisa, a la vez grave y juvenil” que le inspiraron confianza.

Pierre le hablaba de su sueño de una existencia consagrada enteramente a la investigación científica. Le pidió que compartiera su vida. Para ella no era fácil, significaba la separación de su familia y su país, así como la renuncia a ciertos proyectos que ella quería realizar.


Pero el trabajo de ambos en el laboratorio les acercó cada día más, hasta el punto que los dos estaban convencidos que ninguno llegaría a encontrar un compañero de vida mejor. El 26 de julio de 1895, Pierre y Marie se casaron en una ceremonia civil en Francia. En su luna de miel decidieron irse a pasear en bicicleta por la campiña gala. Tuvieron dos hijas, Irene y Eve.




Gracias a sus estudios sobre la radiación, los esposos ganaron, en 1903, el Nobel de Física junto al científico francés Henri Becquerel. Al principio, Marie no fue incluida en la nominación. Pero cuando Pierre se enteró, se quejó y el nombre de Marie fue añadido, con lo que se convirtió en la primer mujer que ganaba un Nobel.


Pierre y Marie en su boda
En abril de 1906 Pierre murió atropellado por un carruaje tirado por caballos cuando cruzaba una calle. Marie lo describió como una “catástrofe” y pensó no se sentía capaz de enfrentarse al futuro. “Es el fin de todo, todo, todo”, confesó.

Pero Marie se rehizo junto a sus hijas. Prosiguió investigando y cinco años después nuevamente ganó el Nobel, esta vez en Química.


Por esa época Marie fue la protagonista de un sonado incidente. En 1911 el comité del Nobel la invitó a Estocolmo a la ceremonia de entrega de premios y a la cena con el rey de Suecia, como es la costumbre, pero surgió un problema: Marie tenía una aventura amorosa con un físico más joven que ella, Paul Lengevin, que había sido estudiante de su esposo. El problema era que Langevin estaba casado.

El matrimonio de los Langevin no era feliz y él ya había mantenido aventuras con otras mujeres, pero su esposa la tomó especialmente con Marie. Aún así la relación de ambos continuó y hasta tenían un apartamento permanente donde se encontraban asiduamente.

La despechada esposa de Langevin los amenazó con delatarlos públicamente, enviar sus cartas amorosas a los periódicos y demandar a su marido para que no volviera a ver a sus hijos.
Los diarios de todo el mundo se hicieron eco de la noticia. La solidaridad con Jeanne Langevin, su devoción y sufrimiento, era absoluta. A Marie le asignaron el papel de vagabunda intrigante que había hechizado a un hombre casado. Aún peor, era una extranjera peligrosa... ¡una judía!, aunque no lo fuera.

Pierre y Marie con Irene
La fecha del juicio del divorcio de los Langevin fue fijada, cuando Marie debía recoger su premio Nobel a Estocolmo. El comité del Nobel se alarmó, e incluso algún nominado le sugirió a Marie no acudir a la ceremonia y renunciar al premio. Ella contestó: " El premio me lo dieron por el descubrimiento del radio y el polonio. Creo que no hay ninguna conexión entre mi trabajo científico y los hechos de mi vida privada". Albert Einstein la instó a que despreciara cualquier comentario y acudiera a su cita. Y así lo hizo. Marie Curie, desafiante, se presentó a recibir su premio por sus descubrimientos... y no hubo ningún incidente durante la ceremonia ni la posterior recepción.

Diez días después de esa velada, Paul y Jeanne Langevins resolvieron sus asuntos fuera de tribunales: ella quedó con la custodia de los 4 hijos y él con el derecho de visitarlos. Pero la relación entre Marie y Paul se enfrió. Aunque siguieron en contacto el romance terminó.


Curiosamente, muchos años después, la nieta de Marie se casaría con uno de los nietos de Langevin.

Su entrega a la ciencia fue absoluta hasta el final de su vida, que acabaría un 4 de julio de 1934 aquejada de leucemia, enfermedad que le provocó su prolongada exposición a la radiación.
Marie Curie fue conocida, aplaudida y admirada como científica mucho antes de fallecer. Después, se convertiría en un icono universal.

Marie con sus hijas aún pequeñas
Irene

Aunque se ha escrito mucho sobre Marie Curie como científica, no se sabe tanto de ella como madre. Según varios de sus biógrafos, aunque era implacable en sus actividades científicas, sentía devoción por sus hijas.

Cuando su esposo Pierre murió, su hija mayor Irene tenía ocho años y Eve poco más de dos. Este fallecimiento, a parte de sumergirla más profundamente en sus investigaciones, hizo más fuerte el vínculo de Marie con ellas.


Bronia, la hermana y sobre todo el padre de Pierre, desempeñaron un papel muy importante en la crianza de las niñas. Esto fue un desahogo para Marie que le permitió continuar con su labor científica. Debido a sus experimentos y estudios ella no podía pasar demasiado tiempo con sus hijas, pero estaba absolutamente involucrada en su educación. 

Decidió, por ejemplo, educarlas en casa porque pensaba que el nivel de las escuelas parisinas de la época era escaso.  Así, escogió un grupo de distinguidos académicos que se turnaron para darles clases en sus áreas de especialización. Ella, por supuesto, se encargó de enseñarles física.
En ese proceso, logró que Irene se enamorara de la ciencia. La niña destacaba en matemáticas. Su ejemplo también la cautivó. Irene observó a su madre muy de cerca desde que era una niña y eso despertó su admiración por ella.

Irene y Eve
Durante la Primera Guerra Mundial, con 17 años, Irene trabajó junto a su madre en la instalación de máquinas móviles de rayos X en los campos de batalla para que los soldados pudieran recibir un mejor tratamiento médico. Irene desempeñó el papel de enfermera radióloga en los hospitales de campaña.

Tras el conflicto, Irene, quien cursaba sus estudios de doctorado, se dedicó a trabajar junto a su madre en el Instituto del Radio, posteriormente conocido como el Instituto Curie.

Irene realizó estudios pioneros sobre los rayos alfa de polonio, hizo sus propios descubrimientos y publicó sus propias investigaciones.  Aunque la influencia de su madre fue importante, nadie duda de que su exitosa carrera fuese el resultado de su propio mérito.

En el Instituto del Radio, Irene conocería a su futuro esposo. En diciembre de 1925, el ingeniero químico Frédéric Joliot se había postulado al puesto de asistente a la que admiraba profundamente, al igual que a su difunto marido. Sin embargo, Curie tenía otros planes para el entusiasta aprendiz de 24 años. Marie puso a Frédéric bajo la supervisión de su distante hija Irene, quien sólo tenía una cosa en mente cuando estaba en el instituto: trabajar.

Las tareas que le asignaron, estudiar los aspectos químicos de polonio, no eran de su devoción, pero sabía que si se quería quedar en e laboratorio tenía que dominar el tema. Y lo logró, "incluso superando las expectativas de Irene. Joliot se dedicó con tal ahínco a la misión que le asignó la hija de su ídolo que incluso hizo descubrimientos que ayudaron a mejorar la forma cómo se realizaban los experimentos en el centro científico. Consiguió ser asistente de Curie y, después, se convirtió en un renombrado científico y profesor universitario.

Irene
A Irene la consideraban en el instituto “fría y distante”, pero finalmente ella y Joliot e enamoraron. Se casaron en 1926, un año después. Tuvieron dos hijos, Helena y Pierre, que también se dedicarían a la ciencia y la investigación.

Irene, ya fuese sola o en colaboración con su esposo, hizo un trabajo importante sobre la radioactividad natural y artificial, la transmutación de elementos y la física nuclear; compartió con él el Premio Nobel de Química de 1935 (algo que no vio su madre), en reconocimiento a la síntesis que lograron los dos de nuevos elementos radiactivos. En 1938, su investigación sobre la acción de los neutrones en los elementos pesados fue un paso importante en el descubrimiento de la fisión de uranio. Se convirtió en profesora en la Facultad de Ciencias de París en 1937, y luego en Directora del Instituto del Radio en 1946. Irene también participó en la construcción de la primera pila atómica francesa en 1948.

Fue una pacifista y, como Marie, tenía fuertes convicciones y era austera. La relación con su madre, por tener un carácter semejante y compartir disciplina de estudios, fue quizás la más fuerte de entre las dos hermanas.

A Irene la percibían muchas personas como poco amigable, lejana y con un temperamento fuerte como su madre. Sin embargo, puede que tan solo se debiera a la capacidad de ambas para abstraerse en sus estudios. Pero nadie dudó nunca, como no lo hicieron con su progenitora, de su inteligencia y talento.

Irene en el laboratorio con su madre
Irene murió en 1956 a los 58 años, tras sufrir de leucemia por su exposición prolongada a material radioactivo, como su madre.

Eve

Si bien Irene era muy parecida a su madre: estudiosa, callada, reservada y le gustaba llevar una vida simple y prefería quedarse en casa antes que salir a socializar. Eve, al contrario, disfrutó de un amplio círculo de amigos, así como del teatro y de las fiestas. Era alta y delgada y en los años 20 y 30 fue considerada por muchos como una de las mujeres más bellas de París.

Eve a menudo se refería a sí misma como la oveja negra de la familia ya que el camino que había tomado era muy diferente al elegido por sus familiares más cercanos.

A Eve le encantaba tocar el piano. De hecho, ofreció conciertos en Europa. Pero aunque una de sus pasiones era la música, decidió dedicarse a escribir. Se convirtió en crítica de música y cine en varias revistas.

Eve encontró el éxito en un campo ajeno al que había sido educada. Y al final, su vida resultó ser quizás la más aventurera de todas las Curie.

Eve
Tras la ocupación nazi de Francia, en 1940, Eve se unió activamente a la causa "Francia Libre".

Se convirtió en corresponsal de guerra y cubrió varios frentes durante la Segunda Guerra Mundial. Estuvo en Irán, Irak, India, China, Birmania y el norte de África. De esas experiencias nació su libro: "Journey among Warriors", obra que le dedicó a su madre. A inicios de los 50, se convirtió en consejera especial de la secretaría general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Pese a que Eve no compartió con su madre el interés por la ciencia, se acercó bastante a ella durante su último año de vida. Fue su cuidadora y confidente mientras Irene estaba ocupada con sus investigaciones. Al final de su vida, Marie llegó a tener más confianza con Eve que con Irene.

Tras la muerte de su madre en 1934, y con 29 años, Eve aceptó la propuesta de unos editores estadounidenses y se dedicó a escribir la biografía de la científica: "Madame Curie", publicada en 1937. El libro se convirtió en un éxito masivo y Eve ganó varios prestigiosos premios literarios. De él se hizo una película de Hollywood. Sin embargo, algunos críticos cuestionaron que no incluyera "el apasionado affair" que Marie tuvo con Langevin.

Eve se transformó en una estrella por derecho propio. Cuando Eve viajó a Estados Unidos para hacer una gira promocionar el libro su rostro sonriente apareció en la portada de la revista Time de febrero de 1940 y fue acogida como una celebridad.

Eve, Marie e Irene
En 1939 fue nombrada “caballero” de la Orden de la Legión de Honor y de la Orden Polonia Restituta. 

Más tarde fundará el periódico París-Presse y en 1944 le conceden la Cruz de Guerra.

Cumplidos los cincuenta años se casó con Henry Labouisse, un diplomático estadounidense que entre 1965 y 1979 fue el director ejecutivo de Unicef. 

Eve se convirtió en una activista por los derechos humanos y visitó muchos de los más de 100 países en vías de desarrollo que estaban recibiendo asistencia de Unicef en esa época. Eve fue conocida como "La primera dama de Unicef".

Eve
Usó sus muchas habilidades para promover la paz y el desarrollo. Mientras su esposo dirigía UNICEF, ella jugó un papel muy activo en la organización, viajó con él para abogar por los niños y para brindar apoyo y aliento al personal de Unicef en lugares remotos y difíciles.

Acompañó a su marido a Estocolmo para recoger el Premio Nobel de la Paz concedido a UNICEF en 1965 como reconocimiento a la labor de la organización.

En 2005 le ascendieron a “Oficial” de la Legión de Honor por sus contribuciones a la causa humanitaria.

Eve murió a los 102 años en 2007. Aunque no tuvo hijos, desarrolló una relación muy cercana con su hijastra, Anne L. Peretz, quien dijo, según The New York Times, que al final de su vida, Eve sintió una enorme culpa por ser la única entre las mujeres de su familia que se había escapado de una vida de radiación y sus consecuencias.

Si algo sobresalía de las dos hermanas era lo distintas que eran entre sí, pero con cada una de sus hijas Marie Curie tuvo un vínculo estrecho pero diferente.





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