La cultura occidental es el conjunto de valores, creencias, conocimientos, artes, instituciones y estilos de vida que se han desarrollado y transmitido en la parte occidental del mundo, desde la antigüedad hasta la actualidad. Origen y evolución La cultura occidental tiene su origen y su base en la civilización greco-romana, que se expandió por Europa, el norte de África y el Oriente Próximo, y que influyó en otros pueblos y culturas, como los celtas, los germanos, los eslavos, los árabes o los judíos. La cultura occidental también tiene su raíz y su fundamento en el cristianismo, que se difundió por el mundo occidental, y que aportó sus valores, sus dogmas, sus ritos y sus instituciones, como la Iglesia, la Biblia o el papado. La cultura occidental ha evolucionado y se ha diversificado a lo largo de la historia, según las épocas, los lugares y las circunstancias, y ha generado diferentes movimientos, corrientes y expresiones, que han enriquecido y renovado su patrimonio y su identida
Se dice que Don Quijote, el gran personaje de Miguel de Cervantes, es infinito, completo, embriagante y admirable, en una palabra, que no tiene par.
Don
Quijote a pesar de todos sus fallos, es un caballero, tiene nobleza, es admirable y simpático y está lleno de sabiduría e ingenio.
Nos
podemos hacer una idea clara sobre como es Don Quijote porque son muchos los
adjetivos que se repiten a lo largo de la novela en referencia al personaje: largo,
flaco, seco, amojamado, amarillo, tendido y estrecho.
Ya en el
primer capítulo, Cervantes escribe de él: "Frisaba la edad de nuestro
hidalgo con los cincuenta
años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro".
El
propio Sancho Panza, su fiel escudero, le dice a las claras: "...
verdaderamente tiene vuestra merced la más mala
figura, de poco acá, que jamás he visto".
Otro
personaje de la segunda parte de la obra, el bachiller Sansón Carrasco, añade
más detalles sobre Don Quijote: "...estirado y avellanado de miembros,
entrecano, la nariz aguileña y algo corva, de bigotes grandes, negros y
caídos".
El propio Don Quijote habla de "la contextura de sus nervios, la trabazón de
sus músculos, la anchura y espaciosidad de sus venas".
En otra
parte, se añade: "la más triste y melancólica figura que pudiera formar la misma
tristeza".
Sus
modales también denotan su hidalguía. Aunque la novela de Cervantes está
salpicada de una amplia muestra de la gastronomía española, su héroe se mantiene frugal. Esta misma
disciplina al comer la recomienda Don Quijote a su escudero: "Come poco y
cena más poco". Así como con la bebida: "Sé templado
en el beber; considerando que el vino demasiado ni guarda
secreto ni cumple palabra". Y no sólo le espeta en la cantidad, sino también
en la actitud: "Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos ni de
eructar delante de nadie".
Valentía,
honor y amor
Aunque
termina más veces echado por tierra o apaleado, la valentía -o el anhelo de ser valiente- de
Don Quijote es incuestionable. "Yo soy aquel para quien
están guardados los peligros, las hazañas, los valerosos hechos", le dice
a Sancho.
Su imagen es la de un endeble hidalgo, pero él se atreve “en desigual batalla” con molinos de viento (tomados por gigantes), rebaños de ovejas (tomadas por un ejército), etc. Sin embargo, en sus momentos más lúcidos entiende que la prudencia no es mala consejera: "Bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos extremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad".
Su imagen es la de un endeble hidalgo, pero él se atreve “en desigual batalla” con molinos de viento (tomados por gigantes), rebaños de ovejas (tomadas por un ejército), etc. Sin embargo, en sus momentos más lúcidos entiende que la prudencia no es mala consejera: "Bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos extremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad".
Pero la principal
motivación del famoso hidalgo es el honor. Es la base de su filosofía. En este
concepto significa para él la honradez, la firmeza la dignidad, su deseo por socorrer a los desgraciados y ayudar a los
necesitados.
Este mismo honor
persiste durante sus estados de lucidez y es precisamente este el que hace a Don Quijote aceptar
la derrota a manos de Sansón Carrasco, al final de la Segunda Parte, y que lo
devuelve triste y vencido a su personalidad de Alonso Quijano al final de sus
días.
Don
Quijote, además, entrega su amor y fidelidad a una sola mujer,
Aldonza Lorenzo, a la que transforma en Dulcinea del Toboso. Él sabe que la
joven es una identidad inventada e idealizada, pero que le permiten desarrollar
un amor
platónico que es, en definitiva, la razón de ser de su misión
pues "el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y
cuerpo sin alma". Será por ella que se embarca en sus aventuras y
desafíos declarándosele: "Vuestro hasta la muerte".
Imaginario
hombre moderno
Para
muchos investigadores de la obra inmortal de Cervantes, esta novela representa
nada menos que uno de los puntos claves de la inauguración de la época moderna,
es decir, inventa el imaginario del hombre moderno.
Consideran esos mismos estudiosos que "El Quijote" está estrechamente vinculado con el surgimiento del "anti-dogmatismo", el ocaso de las certidumbres de la edad medieval, porque en "El Quijote” todo se pone en duda y precisamente la tarea del hombre moderno es intentar descifrar las muchas interpretaciones del mundo. Ya desde la primera frase de la novela surge la duda ("en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme"), lo cual rompe de forma absoluta el esquema tradicional de la literatura épica, para instaurar el mundo moderno de la duda y del viaje de descubrimiento, aseguran.
Consideran esos mismos estudiosos que "El Quijote" está estrechamente vinculado con el surgimiento del "anti-dogmatismo", el ocaso de las certidumbres de la edad medieval, porque en "El Quijote” todo se pone en duda y precisamente la tarea del hombre moderno es intentar descifrar las muchas interpretaciones del mundo. Ya desde la primera frase de la novela surge la duda ("en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme"), lo cual rompe de forma absoluta el esquema tradicional de la literatura épica, para instaurar el mundo moderno de la duda y del viaje de descubrimiento, aseguran.
La parte más fascinante del libro, concluyen estos analistas, es justamente la manera en que pone de manifiesto esta búsqueda dentro de la propia novela. Sin embargo, en el transcurrir del libro Don Quijote, como primer hombre del mundo moderno, tendrá que aprender a distinguir entre ficción y realidad. Un esfuerzo de imaginación que desemboca en la conciencia individual, y, por tanto, en la idea de la libertad individual como obligación y desafío.
La novela de Cervantes está llena de posibilidades, sorpresas y desafíos.También es fascinante el viaje de exploración que emprende el caballero de la triste figura, es decir, el probarse en el mundo.
Pero a Don Quijote, que vive mil aventuras extremadamente peligrosas, donde lo golpean, lo hieren etc, ninguna de estas le derrota, solo cuando vuelve a casa, porque su voluntad le falla, muere.Es decir, Don Quijote vive mientras está siendo lo que quiere ser, pero cuando es lo que meramente es, ya no encuentra sentido a vivir. Esto es interpretado como una lección vital, como que la fantasía es esencial en la vida del individuo, ya que la satisfacción no la da ser complaciente con lo que se es, si no se está a gusto con lo que te ha tocado, sino que está en el camino hacía lo que uno quiere ser.
“Don Quijote”, un libro infinito
Cuando
Cervantes escribió "El Quijote", éste fue recibido como un libro
cómico, divertido. La
novela no empezó a ser entendida hasta el siglo XIX, con el romanticismo.
Es
aquí cuando la figura del Quijote empieza a crear otra dimensión distinta, que
encaja perfectamente con ese sentido de la libertad y del apasionamiento que
caracteriza al romántico.
Don
Quijote por un lado es apasionado, es rebelde, se salta todas las normas. Pero
también es introvertido, ama por encima de todas las cosas, se crea su ideal de
belleza. Es un romántico pleno.
Es
a partir de este siglo que Don Quijote se descubre como un personaje universal
y atemporal. Don
Quijote, dicen, somos todos, en cualquier momento y en cualquier lugar.
Si Don
Quijote viviera hoy no se sabe en qué ocuparía su tiempo, pero si se
apuesta porque sería un gran espadachín verbal, un observador incansable y un
irónico burlador de su destino.
Este libro es el más
editado y traducido de la historia, solo superado por la Biblia.
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