Leonor de Aquitania fue una de las mujeres más poderosas e influyentes de la Edad Media. Heredera de un vasto territorio que abarcaba el suroeste de Francia, se convirtió en reina consorte de Francia y luego de Inglaterra por sus matrimonios con dos reyes rivales: Luis VII y Enrique II. Fue madre de diez hijos, entre ellos dos reyes famosos: Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra. Participó en la segunda cruzada, se rebeló contra su segundo esposo, gobernó como regente en ausencia de su hijo y fue una gran mecenas de las artes y la cultura. Leonor de Aquitania Una heredera codiciada Leonor nació en Poitiers en 1122, como hija y heredera de Guillermo X, duque de Aquitania y conde de Poitiers, y de Leonor de Châtellerault. Su padre le proporcionó una esmerada educación, que incluyó el aprendizaje del latín, la música, la literatura, la caza y la cetrería. A los quince años, quedó huérfana y heredó el ducado de Aquitania, uno de los más ricos y extensos de Europa, que se extendía des
Más de mil obras están firmadas con su nombre (comedias,
novelas, versos, epístolas, villancicos...) y tan precoz y prolífico fue
también con sus amantes y con sus estudios.
Su existencia está cargada de
aventuras, multitud de amantes, hijos (diecisiete), hazañas de guerra,
cárcel... y constantes peleas con otros hombres de letras.
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Lope de Vega |
¿Escribió más de mil obras?
Todos los expertos coinciden
en que Lope de Vega debe ser un caso único. No se conoce ningún caso de ningún
autor en la literatura universal con una obra tan extensa como la de Lope de
Vega.
Se sabe que empezó a escribir
en la infancia, cuando solo tenía diez o doce años y siguió, sin tregua, hasta
su muerte.
Lope de Vega no solo
fue un buen estudiante, sino que, además siempre estuvo abierto al saber. No
sólo leyó sino que también investigó en campos de muy diferentes materias como
las matemáticas o la astrología.
Cuando cumplió diez
años ya leía en castellano y latín, pero además traducía también de éste
segundo. Al mismo tiempo escribía sus primeras comedias.
En total, unos 3000
sonetos, tres novelas, cuatro novelas cortas, nueve epopeyas, tres poemas
didácticos y varios centenares de obras de teatro.
En realidad, no es fácil
saber exactamente el número de obras de teatro que escribió, en parte porque
muchas veces se le atribuyeron muchas comedias que no eran suyas y en parte
porque él mismo se encargaba de darse autopublicidad y proclamaba su fecundidad
literaria en la Égloga a Claudio diciendo: “Mil y quinientas fábulas admira, / que la mayor el número parece, /
verdad que desmerece, / por parecer mentira, / pues más de ciento en horas
veinticuatro / pasaron de las Musas al teatro”.
Su biógrafo Juan Pérez de
Montalbán adjudica a Lope de Vega la cifra fabulosa de 1.800 comedias y 400
autos, pero el propio Lope cita en la Égloga a Claudio la cantidad de 1.500
comedias.
A esta enorme producción teatral hay que añadir, además, la composición de cientos de poemas líricos, la escritura de más de media docena de extensos poemas épicos o épico-narrativos y la creación de tres novelas largas, cuatro novelas cortas y la ‘acción en prosa’ La Dorotea, además de un abundante epistolario.
A esta enorme producción teatral hay que añadir, además, la composición de cientos de poemas líricos, la escritura de más de media docena de extensos poemas épicos o épico-narrativos y la creación de tres novelas largas, cuatro novelas cortas y la ‘acción en prosa’ La Dorotea, además de un abundante epistolario.
Como ha quedado demostrado en multitud de ocasiones, Lope tenía una facilidad pasmosa para escribir textos
y obras de teatro, sin embargo, tal y como evidencian dos de los tres códices
manuscritos que se conservan del poeta, para la poesía no tenía tanta soltura
(para escribir un soneto el autor escribía y tachaba 58 líneas).
Por ello, fue llamado Fénix de los ingenios y por Miguel de Cervantes Monstruo de la
Naturaleza.
Lope de Vega renovó
las fórmulas del teatro español y fue uno de los máximos exponentes del teatro
barroco español. Sus obras siguen representándose en la actualidad y
constituyen una de las más altas cotas alcanzadas en la literatura y las artes
españolas.
Durante su vida,
Lope de Vega fue también muy aficionado a los amoríos, que más de una vez le
trajeron dificultades. En total tuvo unos 17 hijos documentados entre legítimos
e ilegítimos (Se casó dos veces
y con diecinueve años tuvo a su primera hija y un sinfín de amantes).
¿Lope fue popular
durante su vida?
Según las crónicas, Lope de Vega fue muy popular en vida,
tanto que cuando se quería ensalzar una obra de arte se recurría a la expresión
“es de Lope”. También se cuenta que tal era su fama que se puso muy de moda una
oración que decía: “Creo en Lope de Vega todo poderoso, poeta del cielo y la
tierra” (esto en parte debió ser así porque las gentes humildes consideraban a
Lope el gran escritor que representaba al pueblo).
Dicen que la gente paraba a Lope por la calle para saludarle
y confesarle admiración. Efectivamente, pues, todo apunta a que vivió la gloria
del éxito y se alzó como máximo exponente de la poesía y el teatro de su época.
Tal debió ser la popularidad que alcanzó Lope de Vega que su entierro fue multitudinario. Las honras fúnebres, que duraron ni más ni menos que nueve días, se convirtieron en las exequias más notables de aquellos días.
Dicen las crónicas que “Le cupo a Lope ser el representante adecuado de la colectividad a la que pertenecía. Su vida, tumulto sin orillas, es como el fluir de la Historia contemporánea, alocada, orgullosa, desmedida, llena de tropiezos y de gestos de increíble nobleza. Hincada firmemente en la ortodoxia católica y en la fidelidad al Rey, Lope asimila el latido de su pueblo y lo muda en criatura de arte, dándole un ademán de extraordinaria belleza, pero sin puntos de vista nuevos y complicados, sino fiel siempre a la multitud en que se encuentra y apoya”
Tal debió ser la popularidad que alcanzó Lope de Vega que su entierro fue multitudinario. Las honras fúnebres, que duraron ni más ni menos que nueve días, se convirtieron en las exequias más notables de aquellos días.
Dicen las crónicas que “Le cupo a Lope ser el representante adecuado de la colectividad a la que pertenecía. Su vida, tumulto sin orillas, es como el fluir de la Historia contemporánea, alocada, orgullosa, desmedida, llena de tropiezos y de gestos de increíble nobleza. Hincada firmemente en la ortodoxia católica y en la fidelidad al Rey, Lope asimila el latido de su pueblo y lo muda en criatura de arte, dándole un ademán de extraordinaria belleza, pero sin puntos de vista nuevos y complicados, sino fiel siempre a la multitud en que se encuentra y apoya”
Sus “rifi-rafes” con
otros colegas
Lope de Vega también
tuvo constantes trifulcas, insultos y acusaciones, con escritores consagrados
del momento como Cervantes o Quevedo, algo por otra parte bastante habitual en
la época.
Estos
enfrentamientos eran muy agresivos, pero curiosamente también muy
ingeniosos cargados de ironía y sarcasmo dado que salía de la pluma de estos
genios de las letras. Góngora no
tuvo ningún reparo en llamar borrachos a Quevedo y a Lope de Vega, mientras que
a él le calificaban de “morisco”… De Quevedo decían que no tenía idea de griego
y, además, que era “cegato”. Lope como cura era, para Góngora no tal sino una
“enfermedad”. Y Cervantes se ganó adjetivos como “colérico, envidioso y
mentiroso”. La sarta de acusaciones de unos y otros circulaban en poemas
firmados, en las ediciones de los textos, pero también en otras ocasiones en
libelos anónimos.
Pero a Lope de Vega
el que más le sacó de sus casillas fue el libelo La Spongia aparecido en Madrid en 1617 y que fue
escrito por Pedro Torres Rámila, un maestro de Gramática. El autor, en unas
pocas páginas y simulando ser una autoridad extranjera, atacaba fieramente la
literatura y la vida privada ‘poco ejemplarizante’ de Lope de Vega.
El autor del Quijote
fue quien dijo de Lope que era un “Monstruo de la Naturaleza” por lo prolífico
que era escribiendo.
La
admiración al principio fue mutua y Lope, que había conocido a Cervantes en
1583 en casa de Jerónimo Velázquez, padre de Elena
Osorio, una de sus amantes, también alabó alababa a Cervantes en la Arcadia (1598).
Pero el idilio terminó cuando Cervantes se indignó con la portada de El
peregrino en su patria (1604), que llevaba un grabado del escudo del
apellido Carpio, con diecinueve torres, una estatua de la Envidia, una leyenda
en latín y para colmo un retrato de Lope con un soneto laudatorio firmado por
Quevedo. Al parecer Cervantes no pudo con tanta arrogancia y le dedicó un
soneto en el que atacaba toda su obra dramática.
Su tirante relación
ya no se volvería a enmendar y siguieron lanzándose dardos envenenados de por
vida.
Sobre
la vida y las peripecias de Lope de Vega se han escrito muchos libros,
llegándose a desarrollar toda una literatura del Lopismo.
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