Está
considerado uno de los mejores escritores dramáticos de su época, pero también
se le reconoce como el dramaturgo del Siglo de Oro
español que más ha influido en la cultura europea de los últimos tres siglos.
Compuso
obras teatrales tan célebres como teatrales
tan célebres como El alcalde
de Zalamea, La vida es
sueño, El médico de su
honra, La dama duende
o Casa con dos puertas mala es de guardar.
Pedro Calderón de la Barca y Barreda González de Henao Ruiz
de Blasco y Riaño nació en Madrid el
17 de enero de 1600. Su padre, bastante autoritario, al destacar en los
estudios, lo destinó a una formación
religiosa para ocupar una capellanía.
Para ello, cursó formación en un
colegio de jesuitas y en la universidad de Alcalá y Salamanca, pero una vez
muerto su padre, Calderón de la Barca decide no toma los hábitos, aunque sí
concluir los estudios superiores en derecho canónigo, e ingresar en la carrera
militar.
A partir de ese momento este joven
hidalgo decidió abandonar los estudios religiosos por la carrera militar y llevó
una vida algo revuelta de pendencias y juego.
Si bien es cierto que casi nada ha trascendido de los
aspectos más íntimos y personales de la vida de Calderón en su juventud, y tan
sólo nos ha llegado de él la imagen de una persona reflexiva de sólida
formación y pensamiento, nada más lejos de la realidad, parece ser, al menos en
esa etapa: participó en varias campañas bélicas, se le relacionó con un
homicidio y tuvo algún que otro amorío.
En estos años, el servicio como
soldado a la Corona lo combina con la producción literaria. Provee a la Corte
de un extenso repertorio dramático y comedias, lo que le hace ganarse el
aprecio del rey (terminará nombrándole caballero de la Orden de Santiago).
Asimismo, eclipsada ya la estrella de Lope en los teatros, se ganó el aprecio del
público en general en la década de los treinta con sus piezas para los corrales
de comedia madrileños.
Una madurez sosegada
Su madurez teatral coincide con el
reinado de Felipe IV, con piezas teatrales tan célebres como El alcalde de Zalamea, La vida es sueño, El médico de su honra, La dama duende, El príncipe constante.
En los años 40, Calderón pasa a ser de discreto pero activo
cortesano, a convertirse en un personaje muy respetado e influyente, modelo
para una generación entera de nuevos dramaturgos.
Pero a
mediados de esa década se decretan cinco sucesivos de cierres de los corrales
de comedias a causa de los fallecimientos de la reina Isabel de Borbón, del
príncipe Baltasar Carlos y las presiones de los religiosos moralistas
contrarios al teatro. Esto, junto a la muerte de sus dos hermanos (José y
Diego) sume al dramaturgo en una profunda crisis personal y creativa que va a
coincidir, además, en 1646, con el nacimiento de su hijo natural, Pedro José,
haciéndole replantearse su vida.
Cuando
se reabren los teatros, Calderón lleva años convertido en secretario del Duque
de Alba y había ingresado en la Tercera orden de San Francisco. Finalmente, en
1651, se ordena sacerdote y dos años después obtiene la capellanía tan ansiada
por su padre (la de los Reyes Nuevos de Toledo).
Aún así,
siguió escribiendo comedias y entremeses, pero dio prioridad a la composición
de autos sacramentales. También siguió componiendo espectáculos para los reyes
en palacio y para la fiesta teológica del Corpus, pero ahora se inclina por los
temas mitológicos huyendo de la áspera
realidad.
Entonces
ya era el dramaturgo más celebrado de la corte y todavía en 1663 el Rey siguió
distinguiéndolo al designarlo como su capellán de honor, hecho que lo obligó a
trasladar definitivamente su residencia a Madrid; la muerte del monarca en 1665
marcó un cierto declive en el ritmo de su producción dramática. Es nombrado
capellán mayor de Carlos II en
1666.
Al final
de su vida sufrió algunas estrecheces económicas. Falleció el 25 de mayo de
1681 en Madrid. Su entierro fue austero y poco ostentoso, como deseaba en su testamento.
El verso y la pintura
La relación pintura-poesía son
elementos fundamentales de la estética barroca, y, por tanto, del teatro de
Calderón. La variada forma de vinculación del imaginario visual de los lienzos de Francken, Velázquez, Van Dyck, Rubens, Van Eyck, Cossiers,
etc., y los textos de Calderón es fundamental para comprender la riqueza
artística del teatro calderoniano en una complejidad de relaciones que van
desde la articulación genética a los contrastes, paralelismos y explicaciones.
La relación de Calderón de la
Barca con la pintura abarca distintas perspectivas: como teórico, como
coleccionista (lo conocemos por el inventario de bienes en su testamento), como
escenógrafo, que se ocupa del diseño espectacular de sus piezas y,
particularmente, como creador barroco preocupado por la síntesis y relación de
las artes.
Así, creará refinados espectáculos dramáticos para los cuales
contaba con la colaboración de hábiles escenógrafos italianos y expertos
músicos para sus zarzuelas. En los encargos palatinos, y sobre todo en el autos
sacramentales, con rica y costosa escenografía, cuidaba de todos los aspectos y
detalles de la representación y asistía además a los ensayos.
Calderón
y su obra
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Retrato de Calderón en el Museo Lázaro Galdiano |
La obra teatral de Pedro Calderón
de la Barca significa la culminación barroca del modelo teatral creado a
finales del siglo XVI y comienzos del XVII por Lope de Vega.
Significa también el
perfeccionamiento en técnica teatral en multitud de comedias de enredo, el
adensamiento filosófico en obras memorables, la perfección de un género genuinamente
hispano como es el auto sacramental y la elevación estilística en momentos en
que la poesía había llegado a cimas de perfección con Góngora y sus seguidores.
En su obra hay una variedad y
pluralidad de niveles y registros, que van de la tragedia del poder, el honor,
los celos, el sentido de la vida
o la dignidad del campesino a
la comedia de enredo, sin olvidar la celebración del Dios cristiano como
símbolo y alegoría, aunque tampoco olvidó la risa carnavalesca en su teatro
breve cómico.
Calderón es un dramaturgo de
oficio con un dominio supremo de la técnica, pero también la síntesis del Siglo
de Oro español, una etapa compleja, memorable en su cultura (es la época de
Velásquez, Murillo, Zurbarán, Ribera, Lope, Góngora, Quevedo...) y,
problemática y contradictoria en los avatares del día a día. En sus 81 años de
vida, pues, conoce y participa en el esplendor cultural de casi todo el siglo,
pero también en la decadencia del Imperio.