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MEGALODÓN: EL TIBURÓN GIGANTE QUE REINÓ EN LOS OCÉANOS PREHISTÓRICOS

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El  megalodón  ( Otodus megalodon ), cuyo nombre significa "diente gigante", es uno de los depredadores más fascinantes y temibles que jamás haya existido. Este tiburón prehistórico, que vivió hace entre  23 y 3.6 millones de años , durante las épocas del  Mioceno  y el  Plioceno , ha capturado la imaginación de científicos, cineastas y entusiastas de la paleontología por igual. Con un tamaño que superaba al de un autobús y una mandíbula capaz de triturar ballenas, el megalodón fue el rey indiscutible de los océanos.  El tamaño y la apariencia del megalodón El megalodón es conocido principalmente por sus enormes dientes, que podían alcanzar los  18 centímetros de longitud . Estos dientes, junto con los restos fósiles de vértebras, han permitido a los científicos estimar su tamaño. Se cree que el megalodón medía entre  15 y 18 metros de largo , aunque algunos estudios sugieren que podía alcanzar los  20 metros . Para ponerlo en perspectiv...

FÉLICIEN ROPS, UN PINTOR DE SIMBOLISMO PERVERSO, IRREVERENTE Y SATÁNICO

Fiel a los textos literarios que se encargó de ilustrar, los motivos de su obra pictórica gravitan alrededor del sexo, la muerte y las imágenes satánicas.

Félicien Rops se va a sumar con gran interés a la plasmación de motivos satánicos, casi siempre unidos a la figura femenina pues, como él mismo aseguraba, “el hombre está poseído por la mujer, y la mujer poseída por el Diablo”, es decir, la mujer seductora y sensual origen y causa de los problemas del hombre.

Pornócrates
La relación con los simbolistas

El pintor y grabador belga Félicien Rops (1833-1898) se revelaría desde muy temprano como un dibujante excepcional.

Robs comienza como ilustrador de libros, caricaturista político, litógrafo para revistas satíricas, donde se atacaba a las fuerzas conservadoras, pero también parodiando a los “progresistas", y grabador.



En la segunda mitad del siglo XIX, y coincidiendo con el gusto por determinadas creencias esotéricas en ciertos círculos artísticos y literarios –especialmente entre simbolistas y "decadentes"–, Rops experimentó una curiosa fascinación por el satanismo y la figura del Diablo.

La tentación de San Antonio
En 1864 Rops va a conocer a Charles Baudelaire, una relación que le marcaría profundamente hasta el fin de sus días. El ilustrador belga iba a diseñar para el escritor francés el frontispicio de su obra  la obra Los despojos, una recopilación de inéditos y piezas condenadas de Baudelaire (como poemas escogidos de Las flores del mal, libro que había sido censurado en Francia y que finalmente vería la luz en Bélgica).



En 1874 se instala en París. La colaboración con Baudelaire le creará fama y admiración entre otros escritores representantes del simbolismo y el decadentismo, quienes le demandarán también ilustraciones para sus textos, entre estos Théophile Gaultier, Alfred de Musset, Stépahne Mallarmé, Jules Barbey d´Aurevilly y Joséphin Pélada.

Los especialistas de su obra reconocen que gracias a estos literatos, a la inspiración de los poetas decadentes y simbolistas, Rops llegó a ser algo más que un caricaturista o un pornógrafo; se convirtió en un visionario.



Las satánicas-El calvario
Su obra

En esa época estaba de moda todo lo relacionado con el diablo en sus múltiples formas, muy del gusto entre los pintores simbolistas y los literatos del decadentismo. Así, Félicien Rops se va a sumar con gran interés a la plasmación de motivos satánicos, casi siempre unidos a la figura femenina pues, como él mismo aseguraba, “el hombre está poseído por la mujer, y la mujer poseída por el Diablo”, es decir, la mujer seductora y sensual origen y causa de los problemas del hombre.

Con este pensamiento, va a crear en sus lienzos imágenes irreverentes, sacrílegas y en muchos casos abiertamente pornográficas.

Félicien Rops fue francmasón,miembro del Gran Oriente de Bélgica y uno de los fundadores del grupo de Los XX (grupo de veinte pintores belgas  que durante diez años celebraron una exposición anual de su arte en contraposición a lo salones oficiales).

La esfinge
Hacia 1892 comenzaron sus problemas de visión, circunstancia que no le impidió mantener su labor artística hasta su muerte.

La parodia humana
Aunque los expertos están convencidos de la obsesión del pintor e ilustrador belga por los temas demoniacos y pornográficos, lo cierto, dicen, es que  seguramente esto respondía más a una pose provocadora que pretendía escandalizar a la burguesía puritana, mojigata e hipócrita de su tiempo, y que tenía en el fondo un sentido espiritual, recuperando lo sagrado a través de los obsceno y la crueldad, una especie de retorno a la religión de una forma “sui generis”.

De hecho, Rops trató también otros temas no menos provocadores, como el de la prostitución y el pánico hacia las enfermedades venéreas (sobre todo la sífilis), cuya transmisión se atribuía casi en exclusiva, dentro de la concepción misógina vigente, a la mujer.

En cualquier caso, parte de su obra constituye un amplio catálogo de perversiones: fetichismo, lesbianismo, necrofilia, sado-masoquismo, sexo y muerte.

A Rops se le ha querido ver también como un descendiente del romanticismo y como un precursor de los sueños y las pesadillas del arte del siglo XX. 

Satanás sembrando semillas
Su obra más conocida y famosa data de 1878, se trata de "Pornócrates", con la que escandalizó en la exposición de los XX.

La asociación mujer-diablo está presente en numerosas obras del artista belga, por ejemplo en la temprana ‘Los diablos fríos’ (1860), una litografía en la que una fémina de voluptuosas formas y senos desnudos se deja abrazar, con una leve sonrisa en los labios, por el mismísimo Lucifer. Años después Rops ahondaría en la asociación mujer-sexo-diablo en sus series ‘Las Diabólicas’ (1879), ‘Las Satánicas’ (1882) y ‘Naturalia’ (1883). Estas series están formadas en buena medida por grabados en las que se da rienda suelta a escenas de desenfreno sexual, muchas veces con contenido pornográfico e incluso sacrílego.

En la obra ‘La parodia humana’(1881) Rops dice representar a la mujer con su verdadero rostro, una calavera (ya que esta es símbolo de la muerte y lo diabólico), aunque sólo el espectador la ve, mientras que el caballero únicamente observa la máscara del engaño.

El tema de la prostitución aparece en obras como “La indigencia’ o La bebedora de absenta.

En otras obras se acercará a la sátira social como en "El derecho al trabajo",  "El derecho al descanso" o "La chica más bella del mundo no puede dar más que lo que tiene". 


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