ÁNGEL SANZ-BRIZ: EL DIPLOMÁTICO ESPAÑOL QUE ENGAÑÓ A LOS NAZIS PARA SALVAR A MÁS DE 5.000 JUDIOS EN BUDAPEST
Budapest, octubre de 1944. La ciudad se desangra bajo la doble ocupación nazi y la cruenta dictadura de la Cruz Flechada húngara. Las redadas y deportaciones de judíos a Auschwitz han alcanzado un ritmo frenético. En medio de este infierno, un diplomático español de apenas 33 años, alto, delgado y de impecable traje, recorre las calles con una carpeta llena de documentos. Su nombre es Ángel Sanz-Briz. Con una mezcla de valor temerario, astucia legal y desobediencia sistemática a su gobierno, está a punto de orquestar una de las operaciones de rescate más audaces de la Segunda Guerra Mundial. Utilizando un decreto de 1924, un invento diplomático y papeles falsos, logrará salvar la vida de más de 5,000 judíos húngaros.
Mientras el mundo cerraba los ojos y las potencias aliadas priorizaban la victoria militar sobre el rescate de civiles, un diplomático de la España de Franco, teóricamente aliada del Eje, se convirtió en un faro de humanidad. Sin embargo, a diferencia de su homólogo sueco Raoul Wallenberg, su historia permaneció en la sombra durante décadas, silenciada por el régimen franquista que no supo cómo encajar la hazaña de un hombre que, actuando en nombre de España, desobedeció su espíritu de complicidad con el horror.
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Ángel Sanz Briz |
1. El Diplomático: Un Hombre en el Lugar Equivocado (o el Correcto)
Formación y Primeros Destinos
Ángel Sanz-Briz nació en Zaragoza en 1910, en el seno de una familia de clase media. Ingresó en la Escuela Diplomática en 1933, justo antes de que la Guerra Civil española paralizara el servicio exterior. Tras la contienda, se incorporó a la carrera diplomática del nuevo régimen franquista. Su primer destino fue El Cairo, y en 1942, con 32 años, fue asignado a la legación española en Budapest, inicialmente como encargado de negocios.
El Contexto de Hungría: La Última Comunidad Judía de Europa Central
Para 1944, Hungría, gobernada por el almirante Miklós Horthy, era el último refugio de una gran comunidad judía en Europa Central. Aunque sometidos a leyes antisemitas, más de 800,000 judíos seguían con vida. Pero en marzo de 1944, Hitler, desconfiando de Horthy, ordenó la ocupación alemana del país. La máquina de exterminio, dirigida por Adolf Eichmann en persona, se puso en marcha con una eficiencia aterradora. Entre mayo y julio de 1944, más de 430,000 judíos fueron deportados a Auschwitz-Birkenau. Cuando Sanz-Briz asumió como ministro plenipotenciario en el verano de 1944, la situación era desesperada.
2. La Grieta Legal: El Decreto de Primo de Rivera de 1924
El Descubrimiento de una Herramienta Inesperada
La base legal que Sanz-Briz utilizó para su rescate fue un decreto de 1924 del dictador Miguel Primo de Rivera, que concedía la nacionalidad española a los sefardíes (judíos descendientes de los expulsados de España en 1492). El decreto había sido una herramienta de la política exterior española para extender su influencia. Con el tiempo, había caído en el olvido.
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Sanz-Briz rescató este decreto y lo interpretó de la forma más amplia posible. Aunque la mayoría de los judíos húngaros eran ashkenazis, argumentó que muchos de ellos podrían tener ancestros sefardíes. Ante la imposibilidad de demostrarlo en medio del caos, decidió actuar con una premisa simple: la duda beneficiaría al reo. Comenzó a expedir cartas de protección (Schutzbriefe) que identificaban a sus portadores como judíos sefardíes bajo la protección de España. Estas cartas los eximían de llevar la estrella amarilla y, en teoría, los protegían de la deportación.
3. La Maquinaria del Rescate: Ingenio, Valor y Burocracia
La Creación de Casas Seguras
Las cartas de protección eran inútiles si sus portadores seguían en sus hogares, vulnerables a las redadas. Sanz-Briz alquiló ocho edificios en Budapest (en la calle Vadász y otros lugares) con fondos de la legación. En sus puertas colocó carteles que decían "Anejo a la Legación de España. Edificio Extraterritorial". Estas casas se convirtieron en refugios donde hacinó a miles de personas, viviendo en condiciones precarias pero a salvo de la muerte segura.
El Truco de los "Números del 1 al 200"
El gobierno húngaro, presionado por los nazis, le concedió inicialmente un cupo de solo 200 judíos a los que podía proteger. Sanz-Briz, con una astucia brillante, declaró que el decreto de 1924 no establecía un límite numérico. Para satisfacer la burocracia, anunció que su lista tenía "numeración abierta". Emitió cartas de protección con el número "1 al 200" para la primera familia, y así sucesivamente. De esta manera, unas 200 cartas protegieron a más de 5,000 personas.
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El Uso de Fondos Secretos y Sobornos
Sanz-Briz no recibió fondos de Madrid para esta operación. Utilizó el dinero de la legación y, crucialmente, accedió a los fondos de la JOINT (American Jewish Joint Distribution Committee), una organización judía de ayuda. Con este dinero, sobornó a funcionarios húngaros y alemanes para que miraran hacia otro lado, pagó el alquiler de las casas y compró comida para los refugiados.
La Simulación de una Llamada de Franco
En una ocasión, las autoridades húngaras, sospechando de sus actividades, le pidieron explicaciones. Sanz-Briz, con una sangre fría increíble, les dijo que acababa de recibir una llamada telefónica personal del Generalísimo Franco ordenándole que protegiera a los sefardíes "como si fueran ciudadanos españoles". Era una mentira audaz, pero funcionó.
4. La Retirada y el Silencio: El Final de la Misión
La Orden de Evacuación
En noviembre de 1944, con el Ejército Rojo acercándose a Budapest, el gobierno español ordenó a toda su legación evacuar la ciudad y trasladarse a Suiza. Sanz-Briz se negó inicialmente, pero la orden era perentoria. Su partida era una sentencia de muerte para los miles que protegía.
El Relevo de Giorgio Perlasca
Aquí entra en escena un personaje casi novelesco: Giorgio Perlasca, un italiano ex-fascista que se había refugiado en la legación española. Cuando Sanz-Briz se fue, Perlasca, por su cuenta y riesgo, se hizo pasar por el nuevo cónsul español. Falsificó documentos y, durante 45 días, mantuvo viva la farsa, protegiendo a los refugiados hasta la liberación de Budapest por los soviéticos. La operación de Sanz-Briz había creado una estructura tan sólida que incluso sin él, pudo salvar vidas.
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A su regreso a España, Sanz-Briz no fue recibido como un héroe. El régimen de Franco, que había enviado la División Azul a luchar junto a los nazis, no podía celebrar públicamente las acciones de un diplomático que había desafiado a Hitler. Su historia fue silenciada, un episodio incómodo que no encajaba en la narrativa oficial.
5. Legado: El Reconocimiento Tardío de un Justo entre las Naciones
El Lento Goteo de la Verdad
Fueron los propios supervivientes, décadas después, quienes comenzaron a contar su historia. En 1966, el memorial del Holocausto Yad Vashem en Israel reconoció a Ángel Sanz-Briz como "Justo entre las Naciones", la máxima distinción para un no judío que arriesgó su vida para salvar a judíos durante el Holocausto.
La Paradoja del Diplomático Franquista
La figura de Sanz-Briz plantea una pregunta incómoda: ¿Actuó a pesar del régimen de Franco o, de algún modo, gracias a la ambigua posición de España? La realidad es compleja. Sanz-Briz utilizó una herramienta legal española y la autonomía que le daba su puesto, pero sus métodos (la desobediencia, los sobornos, las mentiras) fueron actos de conciencia individual que desbordaron y contradijeron la política exterior del régimen.
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Un Héroe para el Siglo XXI
Sanz-Briz murió en Roma en 1980, siendo embajador, sin haber buscado nunca fama. Su legado es un poderoso antídoto contra la indiferencia. Demuestra que la burocracia no tiene por qué ser sinónimo de inhumanidad; puede ser un instrumento de salvación. Que la diplomacia no es solo protocolo, sino también coraje. Y que, en el momento decisivo, la elección entre seguir órdenes o seguir la conciencia es la que define el valor de una vida.
El Ángel que Eligió No Ser Neutral
En un mundo que often se divide entre verdugos y víctimas, Ángel Sanz-Briz representa la tercera categoría, la más necesaria: la del testigo que elige intervenir. No empuñó un arma, no lideró un ejército. Su campo de batalla fueron las oficinas, sus armas fueron los sellos, los documentos y su ingenio, y su victoria se midió en las miles de vidas que continuaron después de que el horror hubiera pasado.
Su historia, finalmente rescatada del olvido, nos recuerda que el mal triunfa cuando los hombres buenos no hacen nada. Pero también nos muestra que la bondad puede ser astuta, el valor puede ser discreto, y que un solo ángel, con un bloc de salvoconductos y una dosis infinita de valor, puede plantar cara al infierno.
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