JÍBAROS: LA VERDAD OCULTA DE LOS REDUCTORES DE CABEZAS QUE ATERRORIZARON A LOS CONQUISTADORES
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Los Pactos de Familia (1733–1789) fueron una serie de alianzas entre las monarquías de España y Francia, unidas por los lazos dinásticos de la Casa de Borbón. Estos acuerdos buscaban contrarrestar el poder de Gran Bretaña y Austria, pero su aplicación práctica tuvo consecuencias ambivalentes para España, tanto en el ámbito nacional como internacional.
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Los tres Pactos de Familia (1733, 1743 y 1761) surgieron en un contexto de rivalidad colonial y europea:
Primer Pacto (1733): Firmado durante la Guerra de Sucesión Polaca, permitió a Felipe V recuperar Nápoles y Sicilia para su hijo Carlos (futuro Carlos III).
Segundo Pacto (1743): En plena Guerra de Sucesión Austriaca, España logró los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla para el infante Felipe, consolidando su influencia en Italia.
.Tercer Pacto (1761): Durante la Guerra de los Siete Años, España entró en conflicto con Gran Bretaña, lo que resultó en la pérdida de Florida y La Habana, aunque recuperó estos territorios más tarde.
Los dos primeros pactos permitieron a España recuperar territorios italianos perdidos en Utrecht (1713), como Nápoles, Sicilia y Parma, consolidando el poder borbónico en la región.
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En la Guerra de Independencia de EE.UU. (1779), España, aliada con Francia, recuperó Menorca y las Floridas, aunque no logró Gibraltar.
Los pactos buscaban frenar el avance británico en América, aunque en la práctica, España sufrió derrotas como la toma de La Habana y Manila en 1762.
España quedó subordinada a los intereses franceses. Por ejemplo, en el Tercer Pacto, Francia presionó a España para entrar en la Guerra de los Siete Años, lo que resultó en pérdidas territoriales.
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Las constantes guerras agotaron la Hacienda española, especialmente bajo Carlos III, quien heredó una economía debilitada.
A pesar de los esfuerzos, España nunca recuperó Gibraltar, un objetivo clave en todos los pactos.
Aislamiento de Austria: La alianza con España debilitó a los Habsburgo, principales rivales de Francia en Europa.
Contención de Gran Bretaña: Juntos, Francia y España representaban una fuerza naval y colonial que amenazaba el dominio británico.
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Luis XIV de Francia |
Apoyo en América: España ayudó a Francia en conflictos como la Guerra de los Siete Años (1756–1763), aunque con resultados mixtos.
Recuperación de territorios: Tras la Guerra de Independencia de EE.UU. (1779–1783), Francia recuperó Tobago y Senegal gracias al apoyo español.
Los Borbones españoles actuaron como un aliado estable, evitando que España se uniera a coaliciones antifrancesas.
Guerra de Sucesión Austriaca (1740–1748): Francia gastó enormes recursos sin ganancias territoriales significativas.
Guerra de los Siete Años (1756–1763):
Francia perdió Canadá, Luisiana y la India frente a Gran Bretaña.
España, aunque aliada, no pudo evitar la derrota.
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Felipe V de España |
Aunque España era un imperio, su ejército y economía eran inferiores a los de Francia, lo que limitaba su utilidad como aliado.
En la Guerra de los Siete Años, España entró tarde (1761) y no pudo cambiar el resultado.
Las guerras financiadas por Francia para mantener la alianza agotaron su tesoro, contribuyendo a la crisis que llevó a la Revolución Francesa (1789).
En 1793, la ejecución de Luis XVI rompió la alianza borbónica, llevando a España a unirse a las coaliciones contra la Francia revolucionaria.
Mostró que las alianzas dinásticas eran menos efectivas que las alianzas estratégicas basadas en intereses nacionales.
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Carlos III |
7. Legado y Fin de los Pactos
La Revolución Francesa (1789) terminó con la alianza borbónica, ya que Luis XVI fue ejecutado y España se vio obligada a aliarse con la Francia revolucionaria en el Tratado de San Ildefonso (1796), un pacto sin "familia" que llevó a la invasión napoleónica de 1808.
Los Pactos de Familia fortalecieron temporalmente a España en Italia y América, pero a costa de guerras costosas y una creciente dependencia de Francia. A largo plazo, debilitaron la monarquía española, contribuyendo a su declive en el siglo XIX. ¿Valió la pena para Francia?: Sí, como estrategia a corto plazo para debilitar a los enemigos. Y no, porque a la larga Francia perdió más de lo que ganó.
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