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ACUERDOS DE OSLO: LA TRAMPA DE LA PAZ QUE ISRAEL Y PALESTINA NO SUPERAN (EL SECRETO NORUEGO)

El 13 de septiembre de 1993, en una soleada mañana en la Casa Blanca, el mundo contuvo la respiración. Isaac Rabin, primer ministro de Israel, y Yasser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), se dieron un apretón de manos forzado pero histórico, auspiciado por un Bill Clinton sonriente. Eran los Acuerdos de Oslo, la culminación de meses de negociaciones secretas en Noruega que prometían el fin de décadas de conflicto y la creación de un Estado palestino. La esperanza fue efímera.

Una década después, la Segunda Intifada había sumergido la región en una nueva ola de violencia. Hoy, los Acuerdos de Oslo son vistos por muchos como una cárcel elegante, un sistema de control que normalizó la ocupación israelí mientras la paz se esfumaba. ¿Qué sucedió realmente en aquellas reuniones secretas? ¿Por qué fracasó el proceso que mereció un Premio Nobel de la Paz?




1. El Secreto de Borregaard: Los Canales Clandestinos que lo Hicieron Posible

El Contexto de la Oportunidad
A principios de los 90, el conflicto estaba estancado. La Primera Intifada (1987-1993) había demostrado que Israel no podía sofocar la rebelión palestina solo con fuerza militar. Para la OLP, el panorama era peor: debilitada tras apoyar a Saddam Hussein en la Guerra del Golfo, estaba financieramente quebrada y políticamente aislada. Ambas partes necesitaban una salida, pero no podían negociar en público.

Los Académicos que Tendieron el Puente
La chispa la encendieron dos académicos noruees vinculados al Instituto de Investigación Social FAFO: Terje Rød-Larsen, sociólogo, y su esposa, Mona Juul, diplomática. A través de un académico palestino, Ahmed Qurie (Abu Alá), contactaron con Yossi Beilin, un viceministro israelí laborista cercano al Ministerio de Asuntos Exteriores de Simón Peres. Noruega era el intermediario perfecto: neutral, discreto y sin el bagaje de las grandes potencias.

La Mansión Secreta y las 14 Reuniones
Entre enero y agosto de 1993, se celebraron 14 rondas de negociación en total secreto en la mansión Borregaard, en las afueras de Oslo. El ambiente era surrealista:

  • Sin agendas formales: Se priorizaba la construcción de confianza sobre la letra pequeña.

  • Camaradería forzada: Los delegados israelíes (Uri Savir, Joel Singer) y palestinos (Ahmed Qurie, Hassan Asfour) compartían comidas y paseos, rompiendo décadas de demonización.

  • El "Documento de Oslo": Redactaron una Declaración de Principios (DOP) que era deliberadamente vaga en los temas más espinosos: Jerusalén, los refugiados, las fronteras y los asentamientos. El acuerdo era un "documento de trabajo": primero se crearía una Autoridad Palestina autónoma en Gaza y Cisjordania, y los temas definitivos se resolverían en "negociaciones de estatus permanente" en un plazo de cinco años.




2. La Ceremonia de la Casa Blanca: El Éxito de la Ilusión

El Dilema del Apretón de Manos
Rabin detestaba a Arafat. Solo aceptó ir a Washington cuando tuvo la garantía de que no tendría que saludarlo. Fue el presidente Clinton quien, en el último segundo, les impulsó a darse la mano. La icónica imagen es un símbolo de la tensión: Rabin, incómodo, con las palabras "Buena suerte" apenas susurradas; Arafat, con una sonrisa triunfal que enfureció a muchos israelíes.

La Estrategia de la Ambigüedad
Oslo fue un éxito diplomático porque postergó los problemas reales. Esta ambigüedad fue su pecado original:

  • Para Israel: Oslo era un acuerdo de seguridad. La OLP renunciaba al terrorismo y reconocía el derecho de Israel a existir. La autonomía palestina se vería como un experimento controlado.

  • Para los palestinos: Oslo era el camino irreversible hacia un Estado independiente con capital en Jerusalén Este. La autonomía era la primera etapa.

Ambas partes vendieron el acuerdo a sus bases públicas con narrativas contradictorias, sembrando la semilla de su propio fracaso.




3. Los Pilares del Acuerdo y sus Grietas Originales

La Estructura de Oslo
Los acuerdos establecían una transición en fases:

  1. Fase I: Creación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y retirada israelí de la Franja de Gaza y del área de Jericó.

  2. División del Territorio: Cisjordania se dividió en tres zonas:

    • Zona A: Bajo control civil y de seguridad palestino (un 18% del territorio, mayormente ciudades).

    • Zona B: Control civil palestino y seguridad conjunta israelí-palestina (un 22%).

    • Zona C: Bajo control total israelí (un 60%, que incluía todos los asentamientos, recursos hídricos y terrenos estratégicos).

  3. Fase II: "Negociaciones de estatus permanente" para resolver los temas nucleares antes de 1999.

Las Grietas Estructurales

  • El Problema de los Asentamientos: El acuerdo no los congeló. La población de colonos israelíes en Cisjordania se duplicó durante el proceso de Oslo, haciendo cada vez más inviable una solución de dos Estados.

  • La Economía de la Dependencia: Los Acuerdos de París (1994), anexo económico de Oslo, ataron la economía palestina a la israelí mediante una unión aduanera, controles israelíes de las fronteras y la recaudación de impuestos por parte de Israel, que luego transfería a la ANP. Esto creó una dependencia humillante.

  • El Muro de Seguridad: Israel comenzó a construir una barrera de separación que, en muchos tramos, se adentró en territorio palestino, anexionándose de facto más tierra.




4. Los Asesinos de la Paz: La Violencia que Saboteó el Proceso

La Masacre de Hebrón (1994)
Baruch Goldstein, un colono extremista israelí, entró en la Tumba de los Patriarcas y abrió fuego contra palestinos rezando, matando a 29. Hamas y la Yihad Islámica respondieron con una ola de atentados suicidas sin precedentes. La confianza se evaporó.

El Asesinato de Isaac Rabin (1995)
El 4 de noviembre de 1995, Yigal Amir, un extremista judío religioso que creía que Rabin era un "traidor" por entregar "tierra prometida", le asesinó de un disparo. Con Rabin murió la columna vertebral del proceso de paz en Israel. Su sucesor, Benjamin Netanyahu, llegó al poder prometiendo frenar Oslo.

La Explosión de la Segunda Intifada (2000)
La gota que colmó el vaso fue el fracaso de la Cumbre de Camp David II en julio de 2000, donde Clinton presionó a Arafat y al primer ministro Ehud Barak para un acuerdo final. Barak ofreció la propuesta más generosa de la historia (el 95% de Cisjordania y Gaza), pero Arafat la rechazó, principalmente por el tema de Jerusalén y el "derecho de retorno" de los refugiados. La frustración palestina estalló en septiembre con la Segunda Intifada, mucho más sangrienta que la primera, enterrando definitivamente el espíritu de Oslo.

5. Legado: ¿Por qué Oslo Sigue Siendo la Clave para Entender el Conflicto?
El Sistema Oslo: Ocupación por Otros Medios
Hoy, los Acuerdos de Oslo no son un proceso de paz, sino un sistema de gobierno. La división en zonas A, B y C sigue vigente, fragmentando el territorio palestino en islotes desconectados (a menudo comparados con un "archipiélago" o un "queso suizo"). La Autoridad Palestina se ha convertido en un socio administrativo para la seguridad de Israel, un "subcontratista de la ocupación" que pierde legitimidad ante su pueblo.




La Paradoja Final

Oslo fracasó en su objetivo de crear paz, pero tuvo consecuencias irrevocables:

  • Legitimidad: La OLP pasó de ser un grupo guerrillero en el exilio a un gobierno reconocido internacionalmente.

  • Realidad sobre el terreno: Institucionalizó la ocupación israelí, haciendo el status quo más cómodo para Israel y más insoportable para los palestinos.

  • El Callejón Sin Salida: Los temas que se pospusieron en 1993 (Jerusalén, refugiados, asentamientos, fronteras) son los mismos que hoy parecen más imposibles de resolver que nunca.

La Paz que se Convirtió en una Trampa
Los Acuerdos de Oslo fueron un monumento a la audacia y a la ingenuidad. Demostraron que incluso los enemigos más acérrimos pueden sentarse a hablar en secreto. Pero su pecado original fue creer que la ambigüedad y la posposición podrían vencer a los extremismos, las realidades demográficas y las narrativas históricas irreconciliables.

No fracasaron por un solo motivo, sino por una tormenta perfecta: asesinatos, atentados, la expansión de asentamientos y la falta de voluntad para tomar decisiones dolorosas. Oslo se convirtió en un limbo, un proceso infinito que beneficia al ocupante y debilita al ocupado. Su legado es una lección amarga: una paz que no se basa en la justicia y la igualdad, sino en la jerarquía y el control, no es paz. Es solo un alto el fuego temporal, una frágil ilusión esperando la siguiente chispa.



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